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Viernes, 29 de marzo de 2024

Patrimonio Cultural

La nevería y la bodega de Alcañiz, declaradas Bien de Interés Cultural

El Gobierno de Aragón protege estas construcciones en la categoría de Conjunto de Interés Cultural, Lugar de Interés Etnográfico

El Consejo de Gobierno del Ejecutivo autonómico ha aprobado este miércoles el decreto por el que se declara Bien de Interés Cultural (BIC), en la categoría de Conjunto de Interés Cultural, Lugar de Interés Etnográfico, la nevería y la bodega de Alcañiz (Teruel). La nevería y la bodega son construcciones subterráneas singulares, excavadas en la roca en el centro de la ciudad de Alcañiz y sus valores son de índole histórica y etnográfica.

La bodega se sitúa bajo la logia de la Lonja y su finalidad original debió de servir de almacén en el subsuelo de la propia Lonja. Se construyó en dos fases: la primera, entre los siglos XIII-XIV, anterior a la construcción de la Lonja, y la segunda ya del siglo XV, coincidente con la construcción de la Lonja. La nevería se adecuó como almacén de hielo urbano en el siglo XVII, perviviendo esta funcionalidad hasta el siglo XIX.

La nevería se encuentra en el lateral oeste de la plaza de España de Alcañiz. Es un amplio espacio subterráneo de unos 80 metros cuadrados y de planta irregular ligeramente rectangular. Formalmente, es una sala con bóveda de cañón, totalmente excavada en el bloque de roca arenisca, al que se accede mediante escaleras talladas en la roca. El nivel del suelo de la nevería se encuentra a 1,70 m bajo el nivel del suelo de la bodega. La nevería presenta una pequeña abertura al exterior practicada en la roca, ubicada justo encima de un pequeño pozo de planta cuadrada, de 1 metro de lado por 1,6 metros de profundidad.

Esta construcción servía de almacén urbano de la nieve y el hielo, que era transportado en carretas desde las tres neveras o pozos de las inmediaciones de la ciudad y, además, constituía también el punto de venta de hielo para la población alcañizana. Era de titularidad comunal. El sistema de almacenamiento de hielo era similar al de otras neveras y pozos.

Por su parte, una escalera lleva a la bodega, de unos 40 metros cuadrados, que se utilizaba para almacenar los alimentos que se vendían en la lonja. El consumo de hielo fue en aumento desde el siglo XVII. Entre ellos, los avances médicos (el hielo era necesario en los hospitales como remedio terapéutico); la invención de la imprenta, que facilitó la publicación de ensayos médicos sobre los beneficios del hielo en la salud; el incremento de la población y la necesidad de conservar alimentos más tiempo; y la diversificación de los gustos culinarios, especialmente entre las clases acomodadas y aristocráticas.

El Gobierno de Aragón ya declaró BIC el pasado verano la arquitectura del hielo en Aragón, conforme a una lista de 58 enclaves de las 3 provincias, destacando así la relevancia arquitectónica e inmaterial de estas construcciones.

Las neveras, neveros, pozos de hielo, chelo o yelo, pocicos y neverías constituyen una tipología de arquitectura tradicional, en una fase preindustrial, vinculada a la categoría de arquitectura relacionada con el agua en estado de hielo, también denominada “arquitectura del frío”. Aragón cuenta con alrededor de 300 elementos de este tipo distribuidos por toda su geografía. En la mayoría de los casos su origen se remonta al periodo comprendido entre los siglos XVI y XVIII, excepcionalmente en el siglo XIX, para iniciar su abandono a finales del siglo XIX, con la producción de hielo industrial. Durante el siglo XX comenzaron a restaurarse algunas de ellas y mostrarlas al público, de manera que actualmente muestran muy diferente estado de conservación.

La conservación de la nieve fue una actividad practicada desde la Antigüedad, pero fue en el Renacimiento y en la Edad Moderna cuando la obtención del hielo con diferentes finalidades se convirtió en un recurso y también en una moda generalizada, debido a diversos factores. Entre ellos, los avances médicos (el hielo era necesario en los hospitales como remedio terapéutico); la invención de la imprenta, que facilitó la publicación de ensayos médicos sobre los beneficios del hielo en la salud; el incremento de la población y la necesidad de conservar alimentos más tiempo; y la diversificación de los gustos culinarios, especialmente entre las clases acomodadas y aristocráticas.

Las neveras y pozos de hielo presentan unos rasgos comunes básicos, que tienen que ver con la utilidad y la observación experimentada como productoras preindustriales de hielo. Por lo que respecta a la morfología y tipo de construcción, no existe una nevera igual a otra, sino que todas ellas se adaptan al terreno, al medio en donde se ubican, a los materiales y técnicas constructivas practicadas en la zona y a la cantidad de población que abastecían.